Tailandia es el principal exportador de atún del mundo y su industria pesquera marina se presta especialmente a la esclavitud moderna
¿Cuál es la probabilidad de que la última lata de atún que comió fuera envasada utilizando mano de obra esclava? Si provenía de Tailandia, puede que sea más probable de lo que imagina.
Hemos seguido el viaje que realiza el atún desde los mares que rodean al país asiático hasta las estanterías de los supermercados australianos. Tras entrevistar a más de 50 personas, algunas de ellas obligadas a llevar a cabo trabajos forzados, hemos podido valorar si las marcas pueden decir que sus cadenas de suministro están libres de mano de obra esclava.
Creemos que tan solo una de las marcas de atún en conserva que operan en este país puede afirmar con total seguridad que entre sus proveedores no se esconde ningún esclavo.
Aunque no podemos nombrarla, debido a los principios éticos que hacen que nuestra investigación pueda realizarse de manera independiente de cualquier cuestión comercial, los resultados que hemos obtenido refuerzan la necesidad de la Ley sobre Esclavitud Moderna, aprobada por el Parlamento australiano a finales del pasado año, para concienciar a las empresas de la importancia de acabar con la esclavitud en las cadenas de suministros a escala mundial.
La explotación de los trabajadores inmigrantes
Tailandia es el principal exportador de atún del mundo y uno de los mayores exportadores de todo tipo de pescado. Su industria pesquera marina se presta especialmente a la esclavitud moderna debido a su tamaño, a la falta de regulación, a la gran cantidad de operaciones ilegales que se realizan bajo su paraguas y a la explotación de los trabajadores inmigrantes.
Hay más de 50.000 embarcaciones pesqueras y alrededor de 500.000 trabajadores en la industria. Investigaciones elaboradas por grupos como Greenpeace o la Organización Internacional del Trabajo alertan de que la mayoría de las personas que se suben a estos barcos cumplen todos los requisitos para ser considerados esclavos modernos: se ven forzados a trabajar bajo amenaza, son controlados o directamente son propiedad de sus jefes, son tratados como mercancía y no se les permite abandonar su puesto de trabajo.
En 2014, el 82% de los 172.430 pescadores repartidos en 42.512 barcos tailandeses eran inmigrantes, así como la mayoría de los empleados de plantas de procesamiento
Cualquier persona engañada o con la que se trafique para trabajar en localizaciones lejanas de su lugar de origen y a quien se le niegue la libertad de circulación, ya sea física o financiera, es un esclavo moderno.
Las estadísticas recopiladas por el Departamento de Pesca de Tailandia arrojan unos datos espeluznantes: en 2014, el 82% de los 172.430 pescadores repartidos en 42.512 barcos eran inmigrantes, así como la mayoría de los empleados de plantas de procesamiento. Los traficantes convencen a migrantes de Camboya y Birmania, principalmente, con promesas de trabajo bien remunerado, pero al llegar a Tailandia descubren que la historia no es como se la habían contado.
Los inmigrantes no tienen derecho a disfrutar de las protecciones que tienen los trabajadores tailandeses, y normalmente cobran un 25% menos del salario mínimo tailandés. Tampoco pueden unirse a los sindicatos, como sí pueden hacer los autóctonos.
Por lo tanto, al ser extranjeros y no haber recibido educación y habilidades comunicativas en el idioma tailandés, se encuentran en una situación de especial vulnerabilidad a la explotación en una industria en la que las flotas rebeldes se mueven al margen de la ley con operaciones de pesca ilegales, y en la que la seguridad y las condiciones de trabajo se aplican de manera deficiente.